Ponemos muchas expectativas en el romance. Puede que sea culpable la influencia de las películas, los libros o las dinámicas de relación que vimos crecer, hay muchas cosas sobre las que nos fijamos cuando surge la idea del amor. Creemos que sabemos el aspecto que tiene, como huele y que SEGURAMENTE lo reconoceremos en el momento que aparezca.
Puede que eso sea verdad, tal vez podamos. El amor es una de esas cosas inexplicable que sabemos cuándo llega.
Pero las mejores relaciones no son las que hemos estado planeando. No son las que hemos recortado para nuestro collage imaginario y hemos pasado horas soñando despiertos.
Las mejores relaciones son las que vienen por sorpresa, cuando tus sentimientos te atacan a hurtadillas totalmente.
Ahí estabas, caminando, pensando en tus cosas y de repente, algo (o alguien) aparece de la nada. ¡Alguien que no esperabas, una situación que no podrías haber predicho y que ni siquiera la estabas buscando!
Pero no puedes negarlo. Ese creciente fuego en tu vientre, esas mariposas que están volando alrededor de tu caja torácica. Todo sucede sin rima o razón. Solo pasa. Al igual que la gravedad, algún tirón magnético invisible que no puedes detener.
Las mejores relaciones continúan sorprendiéndote. No siempre encajan en un plan ordenadamente pre empaquetado. A veces son desordenadas e inconvenientes. Tienen problemas, fallos y cosas que requieren trabajo y dedicación. Son dinámicas, siempre cambian y crecen.
Claro que nos gusta cuando conseguimos las cosas que queremos. Es maravilloso cuando algo que anhelaste tanto tiempo viene a ti de manera inesperada, claro que sí, claro que es algo bueno.
¿Pero qué hay de los momentos que más recordamos? ¿Las relaciones, las personas, las situaciones que nos encontramos repitiendo en los años venideros?
Esas eran a menudo las cosas que no sabíamos que queríamos. No teníamos idea de que estaban a la vuelta de la esquina porque no sabíamos que existían. ¿Cómo podríamos saberlo?
Las mejores relaciones son las que no sabías que podrían existir. Y luego, milagrosamente, descubres que sí existen.
¡Existen!
Y exceden incluso el sueño más perfecto. Son mejores que cualquier cosa que puedas haber escrito tú misma porque son reales y nunca los viste venir.