Enhorabuena, has perdido a una chica que quería ser tuya.
Pero, ¿cómo has podido perder a una chica que te quería de verdad? ¿Cómo te las arreglaste para perder a una chica “única en la vida”?
¿Cómo tuviste el corazón de apartar a alguien que estaba dispuesta a atravesar las tormentas más violentas sólo para estar contigo?
Ella sólo necesitaba una razón para quedarse. Sólo necesitaba sentir que te preocupabas por ella. Que la querías como ella te quería. Sólo necesitaba una señal de que las cosas mejorarían, de que había un futuro feliz para vosotros dos.
Tú eras todo lo que ella siempre quiso.
Quería tener un lugar especial en tu corazón, como tú lo tenías en el suyo. No le importaba tu pasado ni tus defectos, caprichos y fracasos porque siempre buscaba lo bueno en ti. Sabía que nadie era perfecto, y ella tampoco. Pero lo intentó, trabajó duro para ser una persona mejor para ti. Hizo todo lo posible para no defraudar las expectativas que tenías de ella.
Nunca le importó lo que los demás dijeran de ti. No dejó que nada ni nadie empañara su imagen de ti. Lo único que le importaba en este mundo eras tú.
Quería estar a tu lado en los momentos difíciles. Quería ser tu mayor ayuda, tu hombro para llorar, tu mayor animadora, tu luz, y la razón por la que reunirías todas tus fuerzas para luchar contra todos los males del mundo sólo para tenerla a tu lado y no dejarla ir nunca.
Esta mujer planeaba su futuro contigo. A menudo se imaginaba a los dos viviendo juntos en ese lugar acogedor y cálido que llamarías tu hogar.
Ella sólo quería amarte libremente y ser amada por ti.
Y todo lo que tenías que hacer era tratarla bien. Tenías que tratarla con mucho amor y cariño, amabilidad y compasión, respeto y aprecio, tal como prometiste que harías el día que le dijiste que la amarías para siempre.
Pero es curioso lo rápido que olvidaste tu promesa. En el momento en que viste que esta mujer estaba perdidamente enamorada de ti y que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que siguieras en su vida, te olvidaste de todo lo que le habías dicho y de todos los planes que se suponía que ibais a cumplir juntos.
Verás, esta mujer te dio muchas oportunidades, muchas más de las que merecías. Y tú nunca lo apreciaste. Sabías que podías estropear las cosas y ella estaría ahí para perdonarte. Ella fue tan amable y paciente contigo que te sentiste cómodo dependiendo de su perdón.
Nunca te pidió algo que no pudieras darle. Nunca esperó que fueras alguien que no eras.
Lo único que necesitaba de ti era que la quisieras.
Debías respetarla y tratarla como se merecía. Debías demostrarle que te importaba cómo se sentía. Tenías que hacerle saber que siempre podía contar contigo para que la ayudaras y apoyaras, y que nunca la dejarías enfrentarse sola a sus problemas.
Sólo tenías que demostrarle que te importaba y hacer el mínimo esfuerzo para que se quedara.
¿Pidió demasiado? No, no lo creo.
Porque ella se merecía todo esto y mucho más. Porque te amaba sincera y desinteresadamente. Porque hacerte sentir feliz y realizado se convirtió en su principal objetivo.
Porque ella es como una joya rarísima en el fondo del océano que sólo unos pocos tienen la suerte de encontrar. Y tú eras uno de ellos. Sin embargo, no supiste ver su belleza.
No viste que lo eras todo para ella, que eras su esperanza, su amor, su elección.
Pero, para ti… para ti, ella era sólo una de las muchas opciones que mantenías abiertas. Tal vez tenías miedo de perderla, pero ciertamente también tenías miedo de comprometerte. Siempre buscabas otras posibilidades. Creías que te merecías algo mejor.
La única vez que ella era lo suficientemente buena para ti era cuando aumentaba tu ego. Cuando te hacía sentir inteligente, atractivo, importante. Cuando jugaba el papel de novia de conveniencia.
No te diste cuenta de que lo mejor que podía pasarte estaba justo ahí, a tu lado.
¿Cómo pudiste pensar que podrías encontrar a alguien mejor que ella?
No la valoraste.
No apreciaste su lucha por ti ni sus esfuerzos por hacerte feliz. Esperabas que te amara incondicionalmente mientras tú no le dabas nada a cambio. La diste por sentada. Pensaste que no importaba lo que dijeras o hicieras, ella siempre estaría a tu lado. Pero estabas equivocado. Muy equivocado.
Se cansó de luchar por alguien a quien no le importaba perderla.
Se cansó de luchar por alguien que la abandonó hace mucho tiempo. Alguien que no merecía su atención y su amor.
Se cansó de ser herida por el hombre que se suponía que la amaba. Se cansó de curar sus heridas cada vez que la hacías sentir indigna. Se cansó de soportar tu indiferencia, que sentía como si le abrieras el corazón con una cuchilla de afeitar.
Te dejó entrar en su vida y la destruiste.
Jugaste al frío y al calor. En un momento la colmaste de bondad, calidez y amor, y al siguiente la dejaste helada y preguntándose qué había pasado.
¿Hizo algo mal? ¿Perdiste el interés por ella? ¿Alguna vez la quisiste de verdad?
Le hiciste cuestionarse su propia lógica y cordura. La dejaste preguntándose si todo eso estaba sólo en su cabeza. No le dejaste otra opción que pensar que todos esos actos “amables y románticos” que hiciste por ella no eran más que una actuación.
Así que, enhorabuena, ¡perdiste a una chica que quería quedarse!
Perdiste a una chica que no tenía miedo de dejar que su amor por ti la destruyera. Una chica que te habría hecho la persona más feliz del mundo si se lo hubieras permitido.
Perdiste a una chica que cualquier otro hombre sería el más feliz de tener. Una chica que nunca jamás volverás a encontrar.
Pero, ¡espera! Después de todo, hay una cosa buena que hiciste por ella. La dejaste ir y ahora ella se siente libre. Ahora, ella es ella misma otra vez. Ahora, ella puede encontrar a alguien que será capaz de darse cuenta de su valor en el momento en que la ve, no después de perderla. Y por eso, ¡enhorabuena!