¿Recuerdas todas las veces que te sentiste insegura de pequeña? ¿Todas las veces que sentiste que no eras lo suficientemente buena, lo suficientemente guapa o lo suficientemente inteligente?
Siempre había alguien mejor que tú, y siempre alguien que te lo recordaba.
Imagina que, en esos momentos, tuvieras a alguien que te dijera que todas esas cosas no eran más que mentiras, alguien que te dijera que las opiniones de los demás no tienen nada que ver con tu vida.
Todos luchamos con algo cuando crecemos y muchas de esas cosas se quedan con nosotros. Tantas personas han sido profundamente heridas por las palabras de otros.

Tantos han creído en esas palabras y las han tomado como parte de sí mismos.
Lo peor que puede pasar en la vida de un niño es que crea en las mentiras de los demás.
Incluso cuando más tarde, en la edad adulta, reconocemos esas palabras como mentiras, es difícil ignorar el impacto que tuvieron en nosotros durante tanto tiempo.
Muchas veces, las experiencias traumáticas o incluso los comentarios groseros hacen que se produzcan cambios en el comportamiento personal y, de alguna manera, secuestran su verdadera personalidad.
Hace que empecemos a medir nuestra valía basándonos en cosas como nuestro aspecto y nuestros logros externos e ignorando nuestros talentos naturales y nuestra empatía.
Afortunadamente, hay muchos ejemplos de cómo la lucha acaba haciéndonos más fuertes. Siempre tenemos la oportunidad de mejorar las cosas.
A veces, en medio de la lucha, nos damos cuenta de lo fuertes que somos en realidad. Una vez que empezamos a rechazar nuestras falsas creencias sobre nosotros mismos, empezamos a notar nuestras verdaderas posibilidades.
No hay nada en el mundo más poderoso que una mujer que conoce su valor y no necesita permiso.
Una mujer que es ella misma sin pedir disculpas. El tipo de mujer que no se ajusta a las expectativas de los demás, sino que cumple sus propias expectativas.
Una mujer que sabe poner límites y ver a través de la gente que no tiene buenas intenciones con ella, la que exige respeto y cree en su potencial.

No espera a nadie, sino que procede a hacer las cosas por sí misma, confiando en su intuición y su juicio.
Ese es el tipo de mujer que necesitabas de pequeña. Ese es el tipo de mujer que necesitas ahora.
Una vez que conocemos nuestra valía, no hay nada que pueda hacernos sentir inseguras, especialmente no las palabras de personas que apenas nos conocen.
La verdad es que a la gente no le importa lo que haces tanto como crees, así que ¿por qué deberías tomarte a pecho sus opiniones?
Es importante saber de qué somos capaces y qué hay dentro de nosotros. Nada ni nadie más que nosotros mismos puede decidir nuestro valor como seres humanos.
Decidir el valor de un ser humano basándose en su aspecto y en los rasgos de su personalidad que le ha dado Dios no tiene sentido y es mezquino.
Todo el mundo es libre de ser su auténtico yo, de expresarse con naturalidad y de sentirse seguro entre los demás.

Si alguna vez te han hecho daño, no dejes que eso cambie tu forma de ser y despoje al mundo de tu singularidad.
Especialmente como mujer, cuando el mundo entero te exige locuras. Te pide que seas independiente pero que sigas siendo frágil, que luches pero que seas amable.
Sé fuerte en el sentido de mantenerte fiel a lo que eres, y eso significa no escuchar a nadie más que a ti misma.
Hazlo por la niña que llevas dentro y que creía que le pasaba algo. ¿Y por qué? Por cosas que nunca fueron ciertas.
Abrázate a ti misma y sé amable contigo. No busques la perfección, sólo el progreso.
Te mereces ser feliz y ser amada tal y como eres, las mismas palabras que la niña que llevas dentro necesitaba escuchar todo el tiempo.
