La vida no siempre es justa, el amor tampoco lo es. Cuando entregas el corazón a manos llenas, cuando hay promesas de amor eterno, planes de vida juntos y todo parece ser recíproco, el dolor se vuelve indescriptible cuando todo se desmorona.
Es doloroso descubrir que lo que pensabas que era recíproco no lo era tanto, y que tú amabas mucho más… y aún amas. ¿Por qué? ¿Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera? ¿Cómo fue que acabó su amor y yo no me di cuenta? ¿Por qué no me dijo que las cosas eran tan serias, que eran tan graves? Jamás lo imaginé y jamás imaginé que me destrozaría tanto.
Es muy triste que tenga que fingir que no siento tanto dolor frente a los demás. Ocultar el dolor no es sinónimo de sentirse mejor. Pero “por buena educación”, ¿será que hay que tragarse todo para evitar darles lástima a los demás? Si eso es así creo que es muy triste, pues hay cosas que uno no debería fingir como eso de mostrarse bien.
Aunque tampoco es mi intención andar tirada por las calles del mundo echándome a morir, para que los demás vean que sufro y para que se apiaden de mí, no es esa mi intención y no es eso lo que busco. Sin embargo, me gustaría no tener que fingir frente a mis seres queridos, tan sólo porque ellos “no quieren verme así”, si no quieren verme así entonces para qué me miran.
Y actúan con sutileza con uno, te miran y medio sonríen creyendo que así te sentirás mejor, y de nuevo hay que tragarse las lágrimas porque nadie quiere ver a otro llorar. Es cierto también que el cómo asumo esto es mi responsabilidad, pero pretender pensar que todo está bien cuando tu mundo se destruyó de un momento a otro es demasiado difícil.
Tal vez tenga razón aquella canción cuando dice: “Pero siempre hay alguien que ama más, y ese alguien es el que pierde más”. Me temo que yo fui quien amó más, y no intento disminuir al otro pero no es menos cierto que esto acabó porque ese otro lo quiso así, porque ese otro dejó de amar como aún lo hago yo. Entonces, ¿quién amó más?
A uno le pasan tantas cosas por la cabeza, comienza a pensar en todo aquello que estuvo bien, en las caminatas, en las conversaciones, en la risa, en los planes… y luego te das cuenta que nada de eso valió, pues nunca sirve a favor cuando intentas salvar ese amor que está muriendo.
Uno dice: “¿Pero te acuerdas de tal cosa? ¿Recuerdas que dijimos que esto era para siempre? ¿Recuerdas que prometimos comunicarnos siempre? ¿Recuerdas que hablamos de ser tolerantes con el otro? ¿Recuerdas que dijimos que no había nada perfecto en el mundo y que era humano equivocarse?”, y darte cuenta que de nada sirve eso ahora es tan trágico. Sí, trágico porque hace que te mueras por dentro. Aún en estos momentos, cuando las maletas están hechas y un pasaje que me lleva lejos está comprado, espero a que venga a decirme: “No te vayas, te quiero a mi lado”. ¿Eso va pasar?
No, no creo que pase, y no va pasar porque ya no me ama aunque no me lo haya dicho directamente, pero al dejarme ir así es obvio aquello. Es triste ver cómo se entromete la gente, buscando separarnos para que no hablemos“porque si hablamos nos hacemos daño”.
Cada pareja, se supone, es un mundo y cada una de ellas tiene su propia dinámica, por tanto, si es necesario hablar y llorar, ¿por qué no dejan que eso pase?¿Por qué se siente alguien con el deber y el derecho a decidir si se habla de tal cosa o no? Por eso es que dicen, y con toda la razón, que más de dos la cosa es multitud y no funciona.
Se supone que se ama también cuando se renuncia, el problema es cuando te hacen renunciar a la fuerza o tú lo sientes así. Me he despertado hoy con el fantasma de mi viaje, sí, es un fantasma porque siento que camino a la guillotina y sin esperanza de salvarme. Quizás debería resignarme a morir, a que se muera este amor, a que se termine de partir el corazón.
“¿Cuánto tiempo es ‘para siempre’? A veces, sólo un segundo”, dice aquella famosa obra literaria. Ahora creo entenderlo. ¿Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera? Es una pregunta que no entiendo ni puedo responder.