Siempre hay una batalla entre el corazón y la mente, que no gane el mejor… que ganen los dos.
Cuantas veces nos hemos forjado un ideal, imaginando a aquel que un día llegue para llenarnos la vida de amor y de recuerdos maravillosos. Sin embargo, a la hora de la verdad, no logramos unir en afinidad los ojos y el corazón.
Al principio, el corazón tiene más voz que la mente:
El corazón suele empeñarse en amar, entregándose de manera plena a quien no nos corresponde de la manera en que quisiéramos. Y siendo así, llega el momento en que con la falta del cumplimiento de nuestros más profundos anhelos acabamos cayendo lentamente en agonía por no sentirnos a gusto. Cuando esto sucede, la mente poco a poco va ganando al corazón y llevándonos a darnos cuenta del error tan grande que cometimos al no hacer caso inicialmente a nuestra intuición y pensamiento.
Con el tiempo escuchamos más a nuestra mente:
Una vez nos damos cuenta de que debimos haber escuchado un poco menos a nuestro corazón y un poco más a nuestra mente, dejamos de sentirnos a gusto en la relación en que estamos, se nos va la paz, y se esfuma la sensación de sentirnos arropadas y cuidadas. Sufrimos cuando por fin nos damos cuenta de que nuestro príncipe azul no es tan azul como habíamos creído. Se rompe la imagen que teníamos de él, y con ello, se rompe también la imagen del mundo que teníamos. Todo cambia, nada nos parece igual, todas nuestras ilusiones y esperanzas se rompen.
Somos soñadoras, a veces incluso ilusas:
Como mujeres, nos resulta muy fácil y natural llenarnos de sueños, ideales y anhelos. Entre esos deseos, está la de sentirnos protegidas por nuestro príncipe azul, que nada nos falte, que todo nos provea, que con sólo mirarnos a los ojos pueda leernos la mente y el corazón, que nos comprenda de tal forma que no necesitemos palabras…. En fin, somos soñadoras y a veces incluso fantasiosas.
El amor y la pareja perfecta:
Lo cierto es que pese a nuestra cantidad de sueños, a veces la realidad supera nuestros sueños: No existe la perfección en el ser humano, pero sí la persona idónea para nuestra forma de ser. Nadie es perfecto, pero hay quien definitivamente lo parece cuando está a nuestro lado, pues en aquello que fallamos él nos compensa, y viceversa.
Qué tipo de hombre debemos escoger:
En nuestras manos está el escoger a alguien afín a nuestros deseos, a nuestra forma de ser, que nos complemente y motive a ser mejores. No nos fijemos tanto en lo externo, en que sea hermoso, lleno de virtudes superficiales… Lo que realmente importa es tener a nuestro lado a ese alguien maravilloso que no sea un adonis, ni un hombre lleno de riqueza, sino que solamente sea quien nos tome de la mano cuando así lo necesitemos, que nos abrace en medio de la noche cuando nos llegue el temor, que podamos descansar sobre su pecho, que sea responsable de nuestras vidas y sobre todo, que valore todos y cada uno de los momentos que vivimos juntos, alguien que sepa tus deseos con tan solo mirarte a los ojos y se adentre en ellos para saber cuán grande es el sentimiento. Ese alguien maravilloso que sólo para ti será idóneo, porque será a ti quien amará inmensamente.