He pasado mucho tiempo escuchándote y ahora es el momento de que por fin me escuches. Y no, no te estoy suplicando que vuelvas. Esta soy yo dándome cuenta de mi valía y del hecho de que el día que te fuiste fue el día en que empecé a recuperar mi antiguo yo.
La gente solía decirme que parecía la persona más feliz del mundo. Dondequiera que iba, oía comentarios así. Y sinceramente, yo también lo pensaba. Me hacían preguntas como “¿Cómo es posible que parezcas tan feliz nada más abrir los ojos por la mañana?”.
Y yo les decía que el día no ha hecho más que empezar y que si estamos malhumorados desde que abrimos los ojos, ¿cómo vamos a esperar nada bueno del día que nos espera? Yo vivía según esa regla y la mayoría de mis días eran realmente maravillosos.
Y a veces, cuando me sentía triste o me pasaba algo malo, intentaba estar agradecida por las pequeñas cosas que me hacían feliz al despertarme. Como el mensaje de mi madre: “Cariño, ¿has comido hoy?”, o el de mi mejor amiga “Te recojo a las 20:30, código de vestimenta: informal”.
Sinceramente, mi código de trucos para ser feliz era disfrutar de las cosas que me gustan, rodearme de la gente que quiero y mantenerme ocupada si llegaban los momentos difíciles. Y mi código de trucos funcionó muy bien, de hecho lo compartí con algunos de mis amigos y a ellos también les funcionó perfectamente.
Mi actividad favorita era leer libros antes de irme a dormir. La gente asume que leía unas 10-15 páginas cada noche, pero sinceramente, solía leer cientos de ellas. Me encantaba mi realidad, pero a veces seguía siendo agradable desaparecer en un mundo de ficción.
Hmm… ¿Qué más? Me encantaban mis cenas de los domingos con la familia. Y las tortitas de los jueves con mi mejor amiga. Dios, echa de menos, esas tortitas. Ah, sí, también solía dar largos paseos y escuchar música durante horas.
Solía ser burbujeante, al menos ese es el adjetivo que la mayoría de la gente utilizaba para describirme. Solía esperar con impaciencia cada uno de los días que tenía por delante. No había día en que no viera a mis amigos y a mi familia. Y siempre estaba dispuesta a resolver todos los problemas que aparecían.
Entonces te conocí.
Al principio, seguía siendo la misma persona de antes. Seguía despertándome feliz, pasando los domingos y los jueves con mis personas favoritas, dando largos paseos por la ciudad y leyendo mis libros antes de dormirme.
Me dijiste que te habías enamorado de mí por esas cosas. Entonces, ¿por qué te esforzaste tanto en cambiarme? Lo noté al poco de empezar a salir, pero siempre pensé que exageraba. Y tú siempre me decías que solo me dabas consejos porque querías que estuviera segura.
Me parecía un poco raro, pero seguía creyéndote. Supongo que sabías que solamente veo lo mejor de las personas, así que decidiste usar eso en mi contra. Te presentaste como mi salvador cuando en realidad fuiste tú quien me hizo perderme.
Me dijiste que soy demasiado optimista sobre la vida y que, algún día, me haré daño por eso. Así que tu consejo para mí fue que fuera un poco más realista. No quería perder mis mañanas felices, pero me prometiste que sería aún más feliz cuando empezara a pensar de forma más realista.
Así lo hice y al principio me sentí bien. Rara vez me decepcionaba y las cosas buenas que pasaban me parecían un bonito regalo que no esperaba. Pero a medida que pasaba el tiempo, me sentía cada vez más triste.
Perdí la capacidad de encontrar la felicidad en las pequeñas cosas y no sabía cómo recuperarla. Incluso empecé a pensar en las cosas malas que pueden pasar en un día. Y así fue como perdí la primera pizca de chispa.
Entonces esos domingos y jueves con los que más quiero se convirtieron en cada dos o tres domingos y martes. Se me partía el corazón cada vez que tenía que retrasarlo, pero es que estaba tan ansiosa por salir. Otra pizca de chispa había desaparecido.
Bueno, al menos aún me quedaban mis largos paseos y mi música… Hasta que ya no. Me dijiste que era demasiado peligroso para una chica guapa como yo pasear sola. Y sugeriste dar un paseo conmigo cada noche. Hicimos eso, pero no era lo que yo quería.
Quería mi música, quería recuperar a mi familia y a mis amigos, y quería recuperar mi felicidad. Y así fue como me di cuenta de que la última pizca de mi chispa había desaparecido. Era como una cáscara vacía y tú eras el culpable.
De alguna manera te las arreglaste para destruir todo lo que alguna vez amé de mí misma. Pero de lo que no te diste cuenta es de que soy mucho más fuerte de lo que crees. Pensaste que nunca me daría cuenta de que tú eras el culpable. Pero lo hice, y no quiero volver a verte nunca más.
Y puede que esté triste, rota, ansiosa y confusa. Pero aún hay algo que sé con certeza. Nací con mi chispa, y tú no la destruiste; solo hiciste que se escondiera. Voy a decirle que ahora puede salir y que seré tan feliz como lo era antes de conocerte.
Echa de menos quien era antes de enamorarme de ti, pero soy lo bastante fuerte para salvarme. Soy lo suficientemente fuerte para dejarte y empezar mi viaje de rescate del niño feliz que llevo dentro.
Y empezaré mañana. El día en que me despertaré feliz de nuevo y mi cosita feliz será el hecho de que ya no estés.
Hasta nunca.