Siempre pensé que encontraría un hombre del que me enamoraría y que viviríamos felices para siempre. Pensé que una vez que conociera a alguien especial, sería mi persona, mi alma gemela y mi verdadera pareja.
Pero, por desgracia, eso no ocurrió. En cambio, conocí a una persona que era cualquier cosa menos buena. Y lo peor es que podía ver las señales que gritaban que era malo a kilómetros de distancia, pero aun así decidí darle una oportunidad.
Era ingenua y pensaba que el amor podía cambiar a cualquiera, incluso a él, que estaba tan jodido.
Así empezó nuestra historia, en la que yo sufría y él conseguía todo lo que quería. Fue tan fácil controlarme porque me enamoré de él, pensando que después de un tiempo, él también se enamoraría de mí.
Pero eso no era lo que él quería.
En cambio, quería una chica que hiciera las cosas como él quería, que lo amara y perdonara sus errores que él repetía una y otra vez.
Quería una chica que mantuviera la boca cerrada porque él siempre tenía algo inteligente que decir. Era feliz viendo que era un pájaro en una jaula, pero esta vez no era de oro.
Era una jaula llena de miseria y dolor, en la que me sentía tan mal, dándole la oportunidad de destruirme.
Una vez amé a un hombre que no podía corresponderme. Tal vez esa fue su decisión, porque si me hubiera amado no me habría hecho tanto daño.

Eso no es algo que se hace a las personas que uno ama. Lo amé con todo mi corazón y mi alma, pensando que cambiaría y que me estaba maltratando sólo porque tenía algunos problemas en su vida.
Pero ahora sé que no debería haberle puesto excusas. Desde la primera vez que me trató como no me merecía, debí haberlo dejado. Pero, en ese momento, no era lo suficientemente fuerte para hacerlo.
Una vez amé a un hombre que me prometió una vida que merecía. Pero, en cambio, me dio un infierno en el que tuve que sacrificar cosas para que él se sintiera feliz.
Puse mi vida en pausa por él y ni siquiera me preguntó por qué lo hacía cuando vio que no me hacía feliz. Sabía que yo haría cualquier cosa por él, así que simplemente dejó que me ahogara en su amor tóxico.
Nunca se esforzó por hacerme feliz, aunque quisiera que hiciera cosas por él. Nunca me trató bien y nunca me dio el amor que merecía.
El hombre del que me enamoré tanto era el ser humano más egoísta que había conocido, pero aun así lo amé con todo mi corazón y mi alma, sin pensar que podría alejarme de él.
Una vez amé a un hombre que me hizo pensar que yo era la no querible. Me hizo pensar que no merecía el amor del que la gente escribe libros.

Me hizo creer que no merecía nada especial y que debía conformarme con lo que me daba. Ese hombre nunca pensó en mis necesidades y mis deseos, sino que se atrevió a tomarse el derecho de pensar y sentir en lugar de mí.
Con él, sentí que no tenía ningún sentido común y que él siempre tenía la última palabra. Me quitó mi cordura, mi libre albedrío y mi derecho a juzgar.
Sólo quería transformarme en una muñeca que pudiera controlar dándole sólo migajas de amor de su mesa. Y aunque me pareció horrible, durante algún tiempo pensé que estaba haciendo lo correcto.
Estaba ciega para ver que se aprovechó de mí todo ese tiempo y que yo sólo era alguien que estaba ahí para demostrarle que él también podía ser amado y que no estaba tan roto como la gente pensaba.
Una vez amé a un hombre que me hizo perder la confianza en el amor. Por su culpa, pensé que nunca volvería a encontrar el amor. Pensé que nadie me querría, así de rota y triste.
Pensé que por su culpa nunca encontraría a un hombre que me amara como me merecía porque él siempre me decía que los hombres así no existían.
Me dijo que los hombres sólo fingen amar a las chicas y que después de un tiempo las dan por hecho. También me dijo que las cosas son así en la vida y que yo no puedo cambiarlas.
Gracias a él, dejé de creer en las historias de príncipes azules que llegaban cuando menos lo esperabas y que te llevaban al país del amor, el lugar donde el amor es tan real que casi puedes tocarlo. Por su culpa, perdí todo lo que me hacía avanzar.
Una vez amé a un hombre que me demostró que era en vano luchar por su amor. Y se aseguró de demostrármelo muchas veces.
Cada vez que me descuidaba cuando estábamos en compañía, me demostraba que yo le importaba un bledo. Cada vez que pasaba por delante de él una chica guapa, me demostraba que no me respetaba.
Cada vez que yo estaba triste, él se iba de la casa como si no dejara a nadie especial dentro.
Y gracias a él, aprendí a luchar por fin por mis derechos porque vi que él no lo haría por mí. Gracias a él, di un gran paso adelante, empezando a vivir mi vida de nuevo con la gente que me gustaba.
Por fin me liberé de él, demostrándole que yo también podía tener una opción.
Finalmente me decidí y me alejé de sus manos tóxicas, de sus dulces palabras tóxicas que siempre podían engañarme, y al perderlo, finalmente me encontré a mí misma.
Me di cuenta de que me merecía mucho más de lo que él podía darme y, por primera vez en mi vida, me puse en primer lugar.
