El riesgo de encontrar a la persona que amamos viene con un camino lleno de callejones sin salida y corazones rotos. Lo que no nos damos cuenta a veces es que nos rompemos el corazón en el camino.
Nos rompemos el corazón prestando atención a las personas que nos ignoran.
Nos rompemos el corazón al regalar amor con demasiada facilidad a personas que no nos merecen.
Nos rompemos el corazón al echar de menos a personas a las que no hemos pensado ni un segundo.
Nos rompemos el corazón invirtiendo tiempo en gente que ni siquiera nos está dando la luz del día.
Nos rompemos el corazón dando lo mejor de nosotros mismos a personas que aún no han demostrado que se lo merecen.
Nos rompemos el corazón yendo más allá para la gente que ni siquiera quiere encontrarnos a mitad de camino.
Nos rompemos el corazón persiguiendo a gente que ni siquiera miraría si nos fuéramos.
Nos rompemos el corazón eligiendo a la gente equivocada.
Nos rompemos el corazón tratando de mantener la atención de alguien que está enfocado en otro. Compitiendo con otros cuando la persona adecuada nos dejaría ganar con un derrumbe.
Nos rompemos el corazón pensando que si amamos a alguien lo suficiente y lo mostramos, cambiará de opinión.
Nos rompemos el corazón no leyendo los signos sino los que queremos.
Nos rompemos el corazón cada vez que ignoramos esas banderas rojas y señales de advertencia.
Nos rompemos el corazón al enamorarnos de gente que sabemos que no nos atrapará.
Nos rompemos el corazón imaginando un futuro falso pero poco realista con alguien que ni siquiera nos quiere como parte de sus planes.
Nos rompemos el corazón al responder a ese texto aunque él no haya respondido a tres de los nuestros.
Nos rompemos el corazón al no cortar a la gente y darles una oportunidad más de hacernos daño.
Nos rompemos el corazón respondiendo a esa llamada a pesar de que son las 3 de la mañana. Al conformarnos con una aventura de una noche, cuando todo lo que queremos es más, pero tenemos demasiado miedo de admitirlo.
Nos rompemos el corazón al conformarnos con lo que la sociedad dice que es una’cita normal’, pero duele.
Nos rompemos el corazón participando en este juego que juramos odiar pero que no podemos abandonar.
Nos rompemos el corazón amando a la gente equivocada, mientras nos convencemos a nosotros mismos de que tienen razón.
Nos rompemos el corazón enamorándonos del chico malo porque queremos ser nosotros los que lo cambiemos.
Nos rompemos el corazón al rechazar a ese buen tipo y jurar que no había chispa. Al no darle esa oportunidad que podría haber sido el amor de su vida.
Nos rompemos el corazón en una relación que no se define como tal porque a esa persona no le importa lo suficiente como para comprometerse y lo permitimos.
Nos rompemos el corazón aferrándonos a estas personas que son casi todo lo que queremos y necesitamos. La palabra clave es casi mientras vivimos dolorosamente en un lugar llamado limbo.
Nos rompemos el corazón escogiendo a gente que no nos escoge a nosotros.
Nos rompemos el corazón porque estamos acostumbrados. Porque si estamos sintiendo dolor al menos estamos sintiendo algo.
Nos rompemos el corazón porque tenemos miedo de ser felices. Tenemos miedo de tener algo que perder de repente.
Nos rompemos el corazón al no decir las cosas cuando tenemos la oportunidad porque tememos el rechazo. Así que permanecemos en silencio y permitimos que eso nos haga daño.
Nos rompemos el corazón al no irnos cuando algo se acaba. Aferrándonos al pasado y dejando que interfiera con nuestro futuro. Deseando que esa persona fuera la que solía ser, sin tener en cuenta quiénes son hoy en día.
Nos rompemos el corazón reviviendo la ruptura y analizando lo que hicimos mal. Al releer viejas conversaciones y no borrar las imágenes, nos lastimamos.
Nos rompemos el corazón tratando de recuperarlos.
Nos rompemos el corazón cuando lo llamamos para ver si responde. Entonces le duele, aún más, cuando no lo hace.
Nos rompemos el corazón tratando de llenar el vacío que dejó en los lechos de las personas que deseamos que fueran él, en lugar de aprender a amarnos a nosotros mismos.
Nos rompemos el corazón al no aprender que la historia de amor más importante es la que tenemos con la persona que nos mira en el espejo.
Nos rompemos el corazón al asentarnos y no escuchar esa voz dentro de nuestra cabeza que nos dice que merecemos más de lo que estamos recibiendo. No somos pacientes y odiamos esperar. En vez de eso, tomamos lo que podemos conseguir.
Nos rompemos el corazón una y otra vez.
Pero creo que cuando comience el Año Nuevo, deberíamos intentar hacer algo diferente. Tratemos de no romper nuestro propio corazón y dejar que se cure por una vez.