Querido (inserte aquí el nombre de la persona),
Hay muchas razones por las que no funcionamos, y aunque pensaba que era por lo que tú hiciste, me doy cuenta de que yo soy igual de responsable.
Puede que fueras tú quien me diera por sentado, me tratara como a una cualquiera y me faltara al respeto. Pero yo también te dejé. Siempre fuiste una opción para mí, y yo siempre fui sólo una opción fantasiosa para ti.
Fuiste mi punto más alto y mi punto más bajo. Nunca he querido ser más bella, estar en forma o disfrutar más que cuando estaba contigo. Pero al mismo tiempo, nunca me sentí más fea, más irritante o más irrelevante.
Un minuto, estar contigo me hacía sentir vibrante, llena de vida y extraordinaria. Y al siguiente, era como si me hubieras drenado toda la vida. Prosperaba con tus afirmaciones y me desmoronaba con tu descontento. Yo estaba en la oscuridad, pendiente de cada una de tus palabras y acciones, mientras tú abrazabas la luz, disfrutando de tu independencia.
Tú eras la justificación para rebajar mi nivel de exigencia. Toda mi vida había creído firmemente en la relación “de cuento de hadas”. La que es inconmensurablemente dichosa y pura. Pero, inconscientemente, me has hecho recortar mis expectativas.
Has hecho que me sorprenda vergonzosamente cuando un chico me abre la puerta, cuando alguien me pide formalmente una cita y cuando alguien realmente me pregunta por la historia de mi vida. Me conformé con la esperanza de ser tuya, y fui yo quien acabó desesperada.
Las palabras “aún no estamos preparados” y “me gustan las cosas como están” se arraigaron en mi cerebro. Así que me aferré a la esperanza de que algún día me querrías. Resulta que no me querías, al menos no del todo. Sólo querías seguir conectado conmigo para disfrutar de los beneficios.
Sabías que siempre estaría ahí para ti y, por eso, me utilizaste. Comprendiste que no me resistiría a recogerte de una fiesta a las tres de la madrugada. Disfrutaste con los interminables cumplidos y ánimos que te eché.
Y no te costaba nada aceptar los regalos y los ánimos que te daba en tus días malos. Y ahora, cada vez que me aprovecho de ti, eres la razón por la que digo “estoy acostumbrada”.
Pero, al final, me alegro sinceramente de que las cosas sucedieran como sucedieron. Me alegro de haberme permitido sentirme vulnerable.
Me alegro de haber querido a alguien incondicionalmente. Me alegro de haber sido compasivo con otro ser humano. Y me alegro especialmente de que tu “no estoy preparada” se convirtiera muy pronto en que encontraste a otra persona especial.
Pero yo también he encontrado a ese alguien especial… yo.
La forma en que me rompiste me permitió encontrarme a mí misma. Ahora sé que no debo perder el tiempo con alguien que no merece mi energía.
Sé que no debo desperdiciar mis sentimientos en alguien que no los valora. Que no valora mi tiempo, mi amabilidad o mi corazón. Así que gracias, por hacerme sólo una opción para ti. Porque ahora, sé que merezco ser una opción.