¿Alguna vez has amado a un hombre tan fuerte, inmensa e ingenuamente que llegaste a pensar que eras una chica afortunada por haber encontrado en un hombre la fórmula “felices para siempre”? Bueno, yo sí. ¿Te ha pasado alguna vez amar al tipo equivocado, creyendo firmemente que él era el indicado? Bueno, a mí sí.
A partir de él, las cosas se me deslizaron entre los dedos. A partir de él, la felicidad pasó a ser algo circunscripto a la esfera de lo anecdótico. La tristeza me llegó en oleadas. Los recuerdos del pasado afloraban y me abrumaban por las emociones que traían consigo.
Durante mucho tiempo, me preguntaba si sería capaz de comprender el significado de mi vida de nuevo. Me preguntaba si alguna vez volvería a la normalidad o si alguna vez sería capaz de amar de nuevo. Dios sabe que el amor, era algo que estaba a cientos de kilómetros de distancia de mí. Dios sabe que casi me había dado por vencida.
No siempre fui así. Yo era una de esas mujeres felices que siempre estaban agradecidas por lo que tenían. Yo era una de esas personas que disfrutaba de su vida, sonreía y reía todos los días; y yo era una de esas personas que dormían pensando con entusiasmo en el nuevo día que sobrevendría.
Pero salir con un narcisista me cambió. Después de que él terminó conmigo, ya no fui ni la mitad de la persona que solía ser antes de él. El mismo entusiasmo que sentía por las mañanas antes de conocerlo, se convirtió en miedo a salir de la cama. Mi felicidad previa, fue reemplazada por ansiedad.
Durante mucho tiempo, sentí vergüenza por dejar que esta relación me cambiara. Durante mucho tiempo, me avergonzaba de la persona en la que me había convertido a partir de él, pero, por sobre todo, me avergonzaba por el hecho de haberle permitido que sacara lo mejor de mí. Debí haberlo sabido mejor.
Yo confié en él.
Me hizo confiar en él. Hizo todo lo posible para convencerme de que le confiase mi persona. Me hizo sentir como si pudiera contar con él y que haría cualquier cosa por mí. Él nunca dejó de hacerme promesas, y de alguna forma, yo siempre esperé que sus promesas fuesen mantenidas. Pero nunca lo fueron. Porque me hizo confiar en él sólo para poder traicionarme.
Me hizo sentir segura.
Por un tiempo, sentí que podía llamarlo para una misión de rescate y que vendría a cualquier hora del día. Por un tiempo, pensé que era mi cielo seguro, pero estaba lejos de eso. Me hizo sentir segura sólo para que bajara la guardia. Una vez que bajé la guardia, su misión se cumplió, porque yo había quedado absolutamente desprotegida frente a sus ataques. Nunca los vi venir.
Yo lo amaba.
Permití que alguien que tenía una historia de relaciones rotas fuera parte de mi vida. Le di mi corazón, cuerpo y alma a un hombre que no tenía idea de lo que era el amor. Lo amaba con cada célula de mi cuerpo y le di mi amor incondicionalmente, irrevocable y desinteresadamente y me perdí completamente a él. Pero sólo porque me convenció de que se puede enseñar a amar. Pero no puedes enseñar a un narcisista a amar. Porque no está en su sistema. El amor es sólo una palabra abstracta para un narcisista; algo que un narcisista nunca sentirá.
Yo me perdí a mi misma en un hombre que era incapaz de amar.
Me hizo prisionera de mi amor.
Me quedé con él porque creía que era por amor. Siempre creí en el amor. Creía que los humanos eran creados a partir de dos cuerpos y un alma, y que había encontrado mi otra alma, mi otra mitad en él. Pero no era mi alma gemela.
Era alguien que se llevaba lo mejor de mí. Era alguien que se alimentaba de mi miseria. Era alguien que necesitaba que estuviera subordinada a su persona, para sentirse bien consigo mismo. Y dejé que me hiciera eso porque era ingenua. Idealizaba mi sufrimiento y quería creer que era una heroína luchando por amor. Pero todo lo que fui, fue ser estúpida por enamorarme de un narcisista.
Me perdí ante una persona narcisista…
Dejé de creer que soy digna y que merezco ser amada. Perdí mi confianza. Perdí mi autoestima. Dejé que su egoísmo ganara y permití que todo se tratara de él. Le dejé culparme por todo y dejé que me manipulara. Nada de esto fue consensuado y sin embargo sucedió. Me perdí.
Pero me encontré de nuevo.
Pasé por un infierno en vida por un hombre. Yo era la mejor versión de mí. Lo entregué todo y no obtuve nada. Desearía poder decir que no he sacado nada, pero no es así como terminó la historia. Tengo toda una nueva lección de vida.
Podré haber sido un desastre por un tiempo, pero no iba a permitirme ser eso por el resto de mi vida. Significaría que ganó y no podía dejar que eso pasara.
Así que me levanté y comencé a coser mis piezas rasgadas, una por una. He remendado cada hoyo de mi corazón, uno por uno. He remendado cada hoyo en mi alma también. Ahora puedo mantener en alto mi cabeza, como si lo que me hizo no fuera nada.
Se aprovechó de mí, no una, sino tantas veces, que no me quedó más opción que mostrarle la puerta de salida de mi vida.
Por cómo me trató, pensé que yo no era digna de amor. Me tomó un tiempo, pero me di cuenta de que soy más que digna de amor — fue él quien no merecía ser amado.