Honestamente, hay que mandar a la mierda el primer amor, el digno de mención es el segundo. Nuestro segundo amor es valiente, audaz y mucho mejor que el primero. Nuestro segundo amor nos recuerda un sentimiento que pensábamos que habíamos olvidado; nos desafía, nos alienta, nos empuja a derrumbar todos esos muros que construimos después del primer amor y el primer desamor.
No quiero desacreditar el primer amor de nadie, hay algo muy especial en él y, a veces, funciona, pero la mayoría de las veces, termina en desamor. Ese desamor que, en términos más simples es el peor absoluto. Es cuando somos forzados a crecer, vemos que la vida no es todo cuentos de hadas y mariposas y que el dolor es igualmente una parte de la vida como lo es la alegría. Creo que hay diferentes amores y nada se comparará ni será tan dulce e inocente como el primero, ¿pero, y el segundo?
Nuestro segundo amor tiene el potencial de llegar a ser épico.
Nuestro segundo amor es mucho más que solo “perder la cabeza”. A sabiendas o no, elegimos arriesgarnos después de haber estado rotos en pedazos, después de prometer que nunca más dejaremos que nadie se acerque lo suficiente como para herirnos, o que nunca encontraremos a alguien que ilumine nuestra alma como lo hicieron ellos. Al arriesgarnos, por fin soltamos todo el lastre y seguimos adelante; hemos crecido, cambiado, nos hemos dado cuenta de lo que queremos y lo que no queremos, y esa es una parte de la vida muy vital y totalmente liberadora.
Nuestro segundo amor es típicamente inesperado. Lentamente y con algo de duda dejamos caer los muros. Puede que al principio lo alejamos, pero sucede algo muy peculiar porque estamos huyendo del tipo de persona que en realidad estamos persiguiendo y ahí es cuando lo hemos encontrado. Nos encontramos esperando silenciosamente que pase algo bueno entre nosotros y solo deseamos poder presionar el botón de pausa y disfrutar el momento. Nos damos cuenta de que no hemos contemplado un plan de escape porque con ellos recordamos cómo era el paraíso. Pensamos en ellos cada vez más y en los primeros cada vez menos, luego llega un día en el que el primero ya no cruza en absoluto por nuestra mente. Es el día más feliz de nuestra vida. Comenzamos a sonreír más y redescubrimos nuestra magia; queremos más y más y dejamos que nos lleve al cielo.
No hay nada en el mundo como el amor, nada tan hermoso, puro, humilde, emocionante y que cambie la vida. Está bien tener miedo, pero no podemos estar siempre pensando en un posible fracaso porque eso es lo que obtendremos. Hay que tener un poco de fe .
Mi segundo amor surgió de la nada. Si mi madre tenía razón en algo, era que el amor te encuentra cuando menos lo esperas (pero esa es otra historia). En mi segundo amor siento compartidas mis pasiones, me entiende a un nivel totalmente diferente y me desafía constantemente. Él ama mi manera de pensar, me hace querer ser la mejor versión posible de mí misma, tener éxito y mucho más; eso es justo lo que no puedo decir sobre mi primero. Mi segundo amor redefinió el significado del amor para mí; me hizo cuestionar todo lo que creía saber y por lo que estoy más agradecida.
Nuestro segundo amor nos recuerda lo fuertes y valientes que realmente somos.
Conocemos los riesgos; conocemos la sensación que se siente cuando todo termina, pero nuestro segundo amor nos da la fuerza para encogernos los hombros y caminar con la cabeza bien alta, arriesgándolo todo.
Si la relación con tu amor actual no está funcionando, solo debes pensar que es una etapa de aprendizaje y crecimiento que te ayudara a estar lista para el siguiente. ¡Emociónate porque te va a ofrecer mucho más de lo que te ofreció el primero! Recuerda que puedes amar después de una desilusión, que la vida continúa y todo sale como debe.