No es ningún secreto que heredamos muchas cosas de nuestros antepasados. Podemos tener los ojos de nuestro abuelo, o el pelo rizado de la abuela, el don de papá para resolver problemas matemáticos, o el lado amable y empático de mamá.
A veces, algunas personas nos dirán que tenemos un gran parecido con nuestra tía, mientras que otras jurarán que somos la imagen especular de nuestro tío.
Pero ¿sabías que los traumas también pueden heredarse?
El trauma generacional es la transmisión de ciertas experiencias traumáticas de una generación a otra.
Puede deberse a la exposición durante años a la guerra, los malos tratos, la violencia doméstica y los delitos de odio, entre otros.
También puede derivarse de un fuerte trauma emocional causado por la pérdida de un miembro de la familia debido a accidentes trágicos, abuso de sustancias o suicidio, divorcio de los padres, abandono o encarcelamiento de los padres.
Todos estos acontecimientos pueden dejar secuelas permanentes en la vida de una persona y provocar depresión, ansiedad, desconfianza, distanciamiento, ataques de pánico, respuestas emocionales de lucha o huida, baja autoestima, y otras.
También pueden afectar en gran medida a cualquier relación futura, especialmente las románticas.
A continuación, te mostramos las 4 formas más comunes en las que el trauma generacional puede afectar a tus relaciones amorosas. Asegúrate de revisarlas y ver si te identificas con alguna de ellas.
1. Tu cerebro está adaptado a una mentalidad de “todo o nada”
Como tu cerebro es muy maleable, puede ser fácilmente programado por un trauma generacional no resuelto.
Un suceso traumático que le haya ocurrido a alguien de tu familia y cuyo “sentimiento” se te haya transmitido, puede ponerte en un estado de pensamiento particular.
Puedes empezar a ver el mundo únicamente en blanco y negro y tener un enfoque de “todo o nada”.
Buscas etiquetas porque ofrecen una explicación, pero te cuesta cambiarlas. Para ti, son definitivas y absolutas.
Por ejemplo, si llevas un tiempo sintiéndote triste y como si no fueras lo bastante bueno, tu cerebro aceptará esa forma de pensar como su realidad y te etiquetará como “persona triste”.
De repente, todo lo que puedes estar es triste y no puedes hacer nada para cambiarlo.
Aunque tengas pruebas visibles de que las cosas van bien, como un ascenso en el trabajo, la adaptación de tu cerebro nunca te permitirá disfrutarlo plenamente y alegrarte por ello.
Esta forma de pensar puede ser tu mecanismo de supervivencia, pero hace que te resulte muy difícil mantener una relación sentimental sana.
Porque, ¿cómo se te va a ocurrir solucionar un determinado obstáculo, por ejemplo, si tu cerebro está programado para pensar que realmente te lo mereces?
2. Tiendes a desconectar
Otra forma en la que un trauma generacional puede afectar a tu vida amorosa es haciendo que tengas una capacidad limitada para encontrar alegría, amor, satisfacción y seguridad dentro de una relación con alguien.
Esto se deriva de ciertas experiencias traumáticas que tuviste de niño y que se basaron en tus primeras relaciones humanas: la relación con tus padres, o la falta de ella porque estaban ausentes física o emocionalmente.
O tal vez tuviste una infancia decente y una buena relación con tus padres, pero te mudabas constantemente y, por tanto, te costaba formar relaciones profundas, fuertes y duraderas con tus iguales.
Esto podría haber hecho que construyeras muros imaginarios alrededor de tu corazón y que te sintieras satisfecho cuando estabas desconectado.
Porque ya has experimentado que es mejor estar distante y no acercarse demasiado a nadie, ya que duele menos cuando al final hay que separarse.
Te condicionaron para anhelar conexiones emocionales y físicas, pero prefieres estar con un pie fuera de la puerta ya que te proporciona una sensación de seguridad.
Sabes cuánto duele decir adiós a una persona con la que te sientes conectado, así que prefieres no conectar nunca del todo para evitar pasar por el mismo tipo de dolor.
Esto conlleva otras cosas, como evitar la vulnerabilidad, no ser completamente abierto y honesto, no compartir detalles personales, etcétera, porque todas estas cosas significan un compromiso total, y eso es algo que te da miedo.
3. Sientes que te atacan constantemente
Tu trauma generacional no resuelto también puede hacer que te tomes todo muy a pecho. Te tomas muy a pecho todo lo que alguien hace (o deja de hacer), cada palabra, crítica, crítica constructiva o incluso una mirada.
Sientes que te atacan constantemente y esto duele especialmente cuando viene de tu pareja. Puede decirte: “Oye, no soy yo quien te critica, pero…” y no importa cuántas veces te lo repita, seguirás sintiéndote atacado.
Esto afecta a tu relación de forma que dificulta la comunicación de tu pareja contigo. Él te quiere y obviamente no quiere hacerte daño, así que preferirá no sacar el tema si eso significa que seguirás siendo feliz.
Sin embargo, esto no es bueno, ya que la conversación es necesaria para una relación sana. Todos necesitamos tener tanto conversaciones fáciles como difíciles y podemos beneficiarnos mucho de ellas.
4. Tienes un fuerte miedo al abandono
Y por último, el trauma generacional puede manifestarse en un miedo fuerte y profundamente arraigado a ser abandonado.
Este sentimiento de necesitar a alguien hasta el punto de creer que nunca sobrevivirías sin esa persona, hace que des demasiado de ti mismo y estés demasiado ansioso por complacer a tu pareja.
Esto te convierte en una persona que complace a los demás y hace que antepongas las necesidades de los demás a las tuyas, lo cual es bueno y noble hasta que sobrepasa cierto límite y hace que te pierdas a ti misma.
Este miedo al abandono y al rechazo también te obliga a inventar mentiras piadosas sobre ti mismo, para que la otra persona pueda quererte más.
Sin embargo, a la larga esto no te hace justicia, porque tus verdaderos colores acabarán saliendo a la luz y tu pareja verá tu verdadero yo tarde o temprano.
¿Y qué pasará entonces? Como a nadie le gusta que le mientan, tu miedo a ser abandonado podría convertirse en una profecía autocumplida.