Skip to Content

Los expertos revelan 7 razones por las que las parejas no consiguen resolver sus problemas de pareja

Los expertos revelan 7 razones por las que las parejas no consiguen resolver sus problemas de pareja

¿Te has preguntado alguna vez por qué algunas parejas parecen estancadas en las mismas discusiones año tras año? Incluso con buenas intenciones, muchas parejas se encuentran con bloqueos cuando intentan solucionar sus problemas de pareja. Los expertos en relaciones han identificado patrones clave que impiden a las parejas avanzar y encontrar soluciones. Comprender estos escollos comunes puede ser el primer paso para liberarse de los ciclos frustrantes.

1. Discutir sobre a quién pertenece el problema

Las parejas malgastan una energía preciosa discutiendo sobre quién tiene la percepción correcta del problema, en lugar de abordarlo juntos. Una persona insiste en que el problema es la gestión del dinero, mientras que la otra cree que se trata de problemas de confianza.

Esto crea un estancamiento frustrante en el que no se resuelve nada. El verdadero progreso comienza cuando las parejas pueden acordar que comparten la propiedad de los problemas, independientemente de su origen.

Las parejas con éxito aprenden a decir “tenemos un reto” en vez de “tienes un problema” Este pequeño cambio de perspectiva transforma la dinámica de enfrentamiento en colaboración, creando espacio para que surjan soluciones reales.

2. Perderse en debates sobre los hechos

“¡Dijiste que estarías en casa a las 6!” “¡No, te envié un mensaje a las 7!” ¿Te suena? Las parejas suelen desbaratar conversaciones significativas convirtiéndose en detectives aficionados, obsesionándose con las palabras exactas o las marcas de tiempo en lugar de abordar los sentimientos.

El trasfondo emocional -sentirse faltado al respeto, no escuchado o no querido- queda enterrado bajo una avalancha de detalles triviales. Mientras tanto, la herida real sigue supurando sin ser tratada.

Los terapeutas de relaciones recomiendan reconocer primero el impacto emocional antes de hablar de los detalles concretos. “Me preocupaba cuando llegabas tarde” abre la puerta a la comprensión, mientras que “Siempre llegas tarde” sólo desencadena una comprobación defensiva que no lleva a ninguna parte.

3. Confundir métodos con objetivos

Un miembro de la pareja insiste: “¡Necesitamos un presupuesto!”, mientras que el otro se opone, pensando que es demasiado restrictivo. Pero la insistencia en hacer un presupuesto no tiene que ver con las hojas de cálculo, sino con el deseo de seguridad económica y trabajo en equipo.

Esta confusión entre métodos (presupuestar) y fines (sentirse seguro) crea fricciones innecesarias. Un socio se centra en aplicar una solución concreta, mientras que el otro la rechaza sin comprender la necesidad subyacente.

Las parejas de éxito primero se ponen de acuerdo en los objetivos compartidos: “Ambos queremos seguridad financiera y transparencia” Sólo entonces evalúan distintos enfoques para alcanzar esos objetivos, manteniéndose flexibles en cuanto a los métodos, pero comprometidos con el fin último.

4. Convertir las discusiones en luchas de poder

Algo cambia en los momentos acalorados: de repente la relación se convierte en un campo de batalla en el que ganar importa más que resolver el problema. Ninguno de los miembros de la pareja quiere “perder” comprometiéndose primero, lo que crea un enfrentamiento peligroso.

El orgullo y la terquedad ocupan el centro del escenario mientras la relación sufre entre bastidores. Un pequeño desacuerdo sobre las tareas domésticas puede convertirse en una batalla épica sobre el respeto, la justicia y quién trabaja más.

Los consejeros matrimoniales suelen señalar esta pauta preguntando: “¿Prefieres tener razón o ser feliz?” Las parejas más resistentes comprenden que mantener la conexión importa más que demostrar puntos. Aprenden a decir: “Me importa más lo nuestro que ganar esta discusión”

5. Esconder los problemas bajo la alfombra

Cuando las parejas dicen “vamos a dejarlo”, a menudo piensan que están manteniendo la paz, pero este enfoque sólo oculta problemas más profundos y construye muros invisibles entre ellos.

Los problemas no tratados no desaparecen, sino que se transforman en resentimiento que erosiona silenciosamente la intimidad. Las parejas empiezan a caminar sobre cáscaras de huevo, temerosas de activar las minas enterradas bajo la cortesía superficial.

Los expertos en relaciones recomiendan reuniones programadas en las que ambos miembros de la pareja se sientan seguros planteando sus preocupaciones sin temor a reacciones explosivas. Las discusiones pequeñas y manejables evitan la necesidad de grandes enfrentamientos más adelante, cuando los problemas ya son demasiado grandes para manejarlos con facilidad.

6. Intentar resolver diferencias irresolubles

Intentar resolver diferencias muy arraigadas puede agotar a las parejas, incluso cuando esas diferencias son simples variaciones de valores. Puede que uno de los miembros de la pareja dé prioridad a la frugalidad y el otro anhele la espontaneidad; ambas formas de vivir están bien.

El investigador de relaciones John Gottman descubrió que casi el 70% de los conflictos recurrentes representan estos problemas perpetuos basados en diferencias de personalidad o de valores. La trampa consiste en creer que estas diferencias deben eliminarse en lugar de gestionarse con respeto.

Las parejas felices aprenden a bromear sobre sus previsibles diferencias: “¡Otra vez mi marido planificador!” Crean compromisos viables en vez de exigir trasplantes de personalidad, aceptando que algunas diferencias simplemente vienen dadas por amar a su pareja única.

7. Dejar que las emociones secuestren la resolución de problemas

La conversación empieza con calma, pero rápidamente se convierte en un torrente de lágrimas o gritos que ahoga cualquier posibilidad de resolución. Cuando las emociones alcanzan niveles abrumadores, el centro de resolución de problemas del cerebro se desconecta.

Las parejas que tienen problemas de regulación emocional suelen decir cosas de las que luego se arrepienten o toman decisiones impulsivas en momentos de acaloramiento. Las secuelas hacen que ambos se sientan peor, con el problema original sin resolver y nuevas heridas emocionales que curar.

Los terapeutas recomiendan la técnica del “tiempo muerto”: acordar una pausa en las discusiones cuando las emociones se intensifican más allá de los niveles productivos. Fijar una hora concreta para reanudar la conversación una vez que ambos se hayan calmado evita la evasión, al tiempo que crea un espacio para que las emociones se asienten.