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A los amores que nunca tuvieron la intención de perdurar

A los amores que nunca tuvieron la intención de perdurar

Creo que hay algunos amores que no están destinados a durar, que queman lo que están destinados a iluminar y ahogan lo que están destinados a nutrir. Son destructivos y desviados, una doble hélice de dolor y placer tan complejos en la naturaleza que no se puede aislar uno del otro sin separar todo.

Creo que te quería así, aunque a veces es difícil estar seguro. Eres un sueño febril quemado en la parte posterior de mi psique, una cicatriz que siempre siento, pero que no siempre puedo recordar correctamente. Me encuentro persiguiendo a los fantasmas de los recuerdos a través de laberintos de callejones sin salida, sin poder escapar del todo con ellos. Me molesta cómo ya he olvidado la forma en que hueles, la forma en que tus manos se sienten en mi piel. Me molesta que nuestra eternidad haya sido tan corta.

Pero en ese lapso de tiempo, nos quemamos tan brillantemente que juré que no volvería a ver. Había algo en ti que transformaba cada centímetro de mí, que me desgarraba y reconstruía mi ser átomo por átomo. No he podido reconocerme desde entonces. Pero Dios, me amaste tanto que a veces olvidé que tú sólo podrías ser mi perdición. En los tramos tranquilos de la noche, no soñábamos con nada más que con un futuro que no podíamos tener, con un mañana que sabíamos, en el fondo, que nunca llegaría.

No estoy seguro de que vuelva a sentir lo mismo. No sé si alguna vez conoceré a alguien como tú, que pueda llenarme hasta el borde en un momento y destriparme al siguiente. Alguien que será capaz de mirarme a los ojos y verme tan plenamente, que conocerá cada lágrima y cada pliegue de mi alma. A veces, no estoy seguro de querer hacerlo.

No puedo decir que me arrepienta. Sabía que estaba jugando con fuego desde el momento en que te conocí. Si nuestro amor pudiera llegar a ser destrucción, yo estaba dispuesto a quemar toda la maldita ciudad hasta los cimientos. Y lo hice. Lo hicimos. Dejamos que se convirtiera en nuestra propia pira funeraria. Pero puedo llorar la pérdida de todo lo que fue y aún así reconocer que si pudiera hacerlo todo de nuevo, lo haría, tantas veces como el destino me lo permitiera. Algunos pueden llamar a eso tontería, pero en el fondo de mis huesos, no puedo ignorar el dolor del destino.

Creo que hay algunos amores que no están hechos para durar. El nuestro fue breve, pero Dios mío, fue hermoso.