La vida es bastante divertida, ¿no? Te pasas toda la infancia y la edad adulta esperando algo. Viendo como todo pasa mientras tú estás ocupado tratando de mantenerte al día con los ideales e ideas de los demás. Esperando no quedarte atrás. “Deja de esperar a que un hombre te elija”, piensas para ti.
“Deja de esperar a que los demás se den cuenta de tu valía”, giras la cabeza hacia el otro lado mientras recuerdas todas y cada una de las veces que has desperdiciado tu potencial por estar esperando algo o a alguien.
“¡Vamos, deja de esperar a que te sucedan cosas! Sal ahí fuera y haz que ocurran”.
Tu infancia pasa ante tus ojos mientras intentas pensar en otra cosa. Recuerdas la incertidumbre aprensiva de esperar a que tus amigos te elijan para un equipo en la escuela. Oyes los nombres de todos y la felicidad infantil de todos, menos la tuya.
Y sigues susurrando para ti mismo “escógeme, escógeme”, esperando que alguien pueda oírte. Nunca lo dirías en voz alta, nunca destacarías por ti mismo porque no querrías que pensaran que te importa. Así que te eligen para el equipo equivocado y te quedas esperando que las cosas sean mejores la próxima vez.
“Dios, ¿por qué me hago pasar por este torbellino de emociones?” Tu mente se traslada a la época en la que eras un poco más mayor, te conocías mejor y pasabas todos los sábados con tus amigas con la esperanza de que un chico se fijara en ti.
¿Y qué sabes tú? Mientras rezas a Dios para no ser la única que no se ha fijado en ti, tus amigas se lo pasan en grande en la pista de baile (sin saber que estás hambrienta de atención y validación).
“Deja de esperar a que un chico te elija, elígete a ti misma”. O al menos eso es lo que desearías haberte dicho a ti misma por aquel entonces. Desearías saber cuándo dejar de esperar a que las cosas sucedan y cuándo tomar las cosas en tus manos. Desearías haber sabido tomar las riendas de tu propia vida y de tu destino.
Ahora que eres mayor y más sabio, sabes que no debes compararte con los demás. Sabes que no debes desear hacer más. Sabes que no debes desear ser más productivo, más popular o incluso más bello que los demás. O al menos eso es lo que te gustaría saber.
No seas duro contigo mismo. La sociedad tiene un éxito molesto a la hora de lavar el cerebro a las mujeres para que piensen que su valor depende de su peso, de su forma de vestir, del éxito de los hombres con los que salen y de los triunfos de sus hijos.
Estás perdiendo el tiempo esperando que un hombre te elija. Créeme, hay muchas otras mujeres que hacen lo mismo porque la sociedad les ha lavado el cerebro para que piensen que necesitan la aprobación de un hombre para sentirse validadas, escuchadas y apreciadas.
Que necesitan los ojos de un hombre para sentirse lo suficientemente buenas. Que necesitan esperar a que un hombre les diga lo que tienen que hacer, en lugar de salir a la calle y hacer lo que quieran.
Pero no te atrevas a pasar ni un minuto más de tu vida haciendo lo que la sociedad sigue queriendo que hagas. Eres mejor que eso, y eres completa, absoluta e inequívocamente capaz de hacerlo mejor.
Claro que puedes mejorar. Tus pensamientos autodestructivos y tus dudas han sacado lo mejor de ti en más de una ocasión. Tu cabeza hueca y tu perversa persistencia te han metido en problemas más veces de las que puedes contar.
Pero, no te atrevas ni por un segundo a pensar que nadie en este mundo puede hacer un mejor trabajo siendo tú que… tú. No tienes que esperar a que un hombre te elija cuando puedes elegirte a ti misma. Escoge a ti misma por encima de todos los demás. Elígete a ti misma por encima de las narrativas erróneas y las suposiciones sin sentido de los demás.
Tus pensamientos se remontan a aquella vez que esperabas que alguien te eligiera para un equipo. Recuerdas que te sudaban las palmas de las manos mientras intentabas susurrar tu nombre con la esperanza de que alguien lo oyera y lo dijera en voz alta.
Recuerdas tus ojos llenos de lágrimas mientras intentabas no llorar cuando alguien finalmente lo hizo. “Dios mío, ¡pensé que nunca me elegirían! Pensaba que sería el último que quedaría en pie”. Pero también recuerdas la sensación de absoluta impotencia cuando descubriste que no te habían elegido para el equipo que querías.
Tus compañeros de equipo no te incluían. Nunca te pasaron el balón ni te dejaron jugar con ellos. Nunca reconocieron tus esfuerzos ni celebraron tus resultados. Claro que te eligieron, pero empezaste a pensar que habrías estado mejor por tu cuenta en lugar de ser elegido por alguien que no te apreciaba.
Probablemente, ya sepas a dónde queremos llegar con esto. Deja de esperar a que un hombre te elija a menos que estés 100% segura de que la espera merece la pena. No quieres acabar en una relación con alguien basada en una idea de cómo se supone que debe ser tu vida.
No quieres acabar en una relación con alguien basada en tus propias inseguridades y dudas, o incluso peor, en tu propio miedo a estar sola y sentirte excluida. Eres mejor que eso. Y te mereces algo mejor que eso.
Te mereces enamorarte de ti mismo antes de enamorarte de otra persona. Eres una persona increíble con una personalidad increíble (y una mente propia). Y hace tiempo que deberías haber empezado a tratarte como tal. Para empezar a tratarte como alguien que merece amor, aprecio y aceptación.
E, irónicamente, ¿sabes cuál es la mejor parte de elegirte a ti mismo? Que empiezas a iluminar a otras personas y éstas empiezan a fijarse más en ti, a disfrutar de tu compañía y a elegir pasar su tiempo contigo. Empiezas a rezumar confianza y a atraer a la gente (incluidos los hombres) sin tener que mover un dedo.
Deja que vengan a ti porque eso es lo que te mereces. Eres única, no dejes que un hombre te convenza de lo contrario sólo porque es lo suficientemente tonto como para dejar que te escapes de sus manos. Eres una obra maestra que espera embelesar al público adecuado, y tú eres el único público que necesitas.