El viaje de curación de cada persona es una experiencia única y privada. Podemos compartir algunas similitudes con otras personas, pero al fin y al cabo, nuestra historia es totalmente nuestra.
Sin embargo, aunque diferimos en muchas cosas unos de otros, tenemos una cosa en común: difícilmente podemos curarnos solos, necesitamos un poco de ayuda de nuestros amigos.
A veces incluso somos tan obstinados en nuestra negativa a curarnos, que no nos queda otro remedio que contar con una fuente externa de aliento.
Por suerte, hay muchas personas realmente amables que son capaces de inspirarnos para sanar. Veamos cómo puedes estar seguro de que estás en compañía de la persona adecuada.
Te sientes escuchado y comprendido
Cuando estás pasando por algo, siempre es bueno tener a alguien que te escuche de verdad. Es bueno tener a alguien con quien puedas confiar tus pensamientos más profundos y oscuros y sentirte al menos algo comprendido.
Es muy raro que la persona que llega a tener un papel importante en tu viaje de curación entienda completamente por lo que estás pasando. Porque para tener una imagen completa en mente, esa persona tiene que tener la misma experiencia que tú.
Lo cual no es realmente necesario. Mientras esa persona esté dispuesta a escucharte atentamente, a informarse sobre tu situación particular y a esforzarse todo lo posible por saber cómo te sientes, todo irá bien.
E incluso si esa persona hubiera tenido una experiencia similar, nunca compartiría prematuramente su historia porque sabe que puede minar la tuya. Esa persona está ahí para ti, para dedicarse plenamente a tu situación y apoyarte pase lo que pase.
Esa persona es tu “espacio seguro”
Hay algo verdaderamente especial en estar en presencia de una persona que te inspira a sanar.
Esa persona tiene una energía muy tranquila, y aunque sabe que estás pasando por muchas cosas, nunca parece hacer un escándalo por ello.
Son tranquilas y serenas, y con ellas te sientes libre para divagar durante horas, permanecer callado y en tus propios pensamientos o simplemente dejar que tus lágrimas caigan por tus mejillas y llorar, sabiendo que esa persona te dejará tener tu momento.
Tengo muchos amigos. Los quiero mucho a todos y haría cualquier cosa por ellos (y ellos también por mí), pero entre ellos hay unos pocos con los que simplemente me siento segura.
Es como si mi niña interior estuviera en paz cuando estoy con esas personas.
Son capaces de entender cuando estoy enfadada con sólo mirarme. Tienen el increíble poder de hacerme sentir mejor en cuestión de minutos. Y con ellos me siento libre y segura para compartir mis sentimientos.
Estoy infinitamente agradecida de tener a estas personas en mi vida. Porque sin ellas, creo sinceramente que nunca habría superado algunos de mis traumas pasados.
Recibes muchos cumplidos de esa persona
Recuerdo que en la universidad tenía una amiga, Anna, que era (y creo que sigue siendo) la persona más dulce y sincera que he conocido. Nos distanciamos un poco con los años y sólo hablamos cuando nos deseamos felices cumpleaños o vacaciones, pero aún la recuerdo con cariño.
Anna era el tipo de amiga que, por muy duro que fuera su día, aún conseguía poner una sonrisa en su cara. Yo volvía a nuestro dormitorio triste porque había suspendido un examen, y entonces veía a Anna sentada en el patio, leyendo un libro. Ella me miraba y sonreía de inmediato, pero enseguida se daba cuenta de que yo estaba triste.
En cuanto se enteraba de que estaba triste por haber suspendido, Anna lo dejaba todo a un lado e intentaba consolarme.
Me decía cosas como: “No te preocupes, cariño. Tú eres mucho más que este examen. Tú misma sabes que aprobarás este examen. Eres lista, trabajadora, persistente y puedes conseguir cualquier cosa que te propongas, por no hablar de aprobar este tonto examen”.
Fue muy agradable recibir palabras tan amables y cumplidos tan abundantes. Su amabilidad realmente curó mi problema actual, que aunque pequeño, en aquel momento me parecía lo peor que me había pasado nunca.
No sólo me ayudó a superar problemas casi insignificantes (como los exámenes suspendidos), sino que también me ayudó a curarme de mi trauma pasado de haber sido apuñalada por la espalda por mi supuesta mejor amiga. Me enseñó lo que es que una amiga te quiera y te aprecie de verdad, y con su ejemplo puso el listón muy alto para mis futuras amigas.
Como ya he dicho, hoy no estamos tan unidas. La vida pasó y cada una de nosotras tomó caminos diferentes. Pero lo que intento decir es lo importante que su amabilidad desinteresada y sus cumplidos genuinos me han ayudado a sanar.
Cuando estás luchando con algo, es bueno escuchar una o dos palabras bonitas de la gente que te rodea. Al decirte lo increíble que eres por tus logros, o lo inteligente que eres por haber conseguido algo, tu “persona segura” te está ayudando a luchar tus batallas internas y a silenciar esas palabras mezquinas que te dices a ti mismo a diario, ayudándote así a sanar.
Esa persona es respetuosa y paciente contigo, y siempre te apoya
Cuando estás en medio de tu viaje de curación, es increíblemente importante estar rodeado de alguien que sea paciente contigo y que entienda tus límites.
Esa persona entenderá cuándo y por qué no puedes hacer algo o ir a algún sitio, y nunca te presionará para que “mejores”.
Cuando estás enfadado, no está ahí para decirte: “¡Cálmate!”, porque sabe que ese consejo nunca ha dado resultado.
En cambio, esa persona respeta tu situación y, como ya se ha dicho, se esfuerza por entender por lo que estás pasando. Esa persona siempre está ahí para preguntarte cómo puede ayudarte y no tiene problema cuando le pides educadamente que te deje en paz.
Esa persona que te inspira a sanar está esperando silenciosamente en la puerta de tu casa, sin ser nunca persistente para entrar por la fuerza en los dominios de tu intimidad y tu paz, pero lo bastante paciente como para esperar fuera a que la invites.