El amor siempre nos plantea encrucijadas, aunque muchas de ellas sean felices laberintos. Sin embargo, a veces esas confusiones no son tan gratificantes. Por ejemplo, cuando estás frente a una de esas personas que no te aman, pero tampoco te dejan ir.
Por un lado, sientes que esa persona no está realmente interesada en ti. No permanece al tanto de tus necesidades, ni hace mayor esfuerzo por hacerte feliz. Sin embargo, por otro lado, cuando se llena la copa y anuncias tu intención de terminar la relación, salta inmediatamente y te hace cientos de promesas porque asegura que no quiere perderte.
Este tira y afloja es desconcertante. A veces llegas a pensar que quizás quien está confundido eres tú. Pese a ello, vuelves rápidamente a ver señales de que no te aman. Y el ciclo comienza de nuevo. ¿Qué hacer ante esta situación tan angustiante?
“Donde no puedas amar, pasa de largo”. -Friedrich Nietzsche
Cómo saber que no te aman
El amor siempre genera alguna dosis de sufrimiento. Pero si es sano, debe generar muchos más momentos de bienestar que de aflicción. También debe estar basado en la claridad, aunque esto no excluya dudas o contradicciones, de vez en cuando. En síntesis, el amor tiene que hacerte básicamente feliz.
Partiendo de esa idea, puedes darte cuenta de que no te aman cuando es más la zozobra que la calma. Cuando pasas más tiempo sufriendo las ausencias y las incomprensiones, que disfrutando de tu pareja. Cuando te detienes un momento a pensar y te das cuenta de que ya no sabes qué es tener paz interior. Que todo el tiempo sientes huracanes en tu corazón.
No te aman cuando no te prestan suficiente atención. También cuando pasan por alto tus necesidades y tus sentimientos. O cuando los minusvaloran, rechazan o los critican. Siempre es fácil saber cuando no te aman. Lo difícil es terminar de aceptarlo y tomar decisiones frente a ello.
¿Por qué no te dejan ir?
Lo que siempre termina desconcertándote es que a pesar de que no te aman, tampoco el otro se decide a dejarte ir. Eso te confunde. Si amas a esa persona terminas convenciéndote de que también eres amado, aunque de forma extraña. Prueba de ello es que no admiten que termines la relación. Esto es muy engañoso. Pero, ¿por qué ocurre?
Las principales razones para que suceda son tres:
Una necesidad egoísta. La otra persona sabe que no te ama, pero también siente que te necesita. Quizás no sabe lidiar con la soledad y no ha encontrado una nueva pareja. Si lo hace, no dudará en terminar contigo
Posesividad y egocentrismo. Muchas personas no toleran la idea de que alguien vaya a ocupar su lugar. Asumen que su pareja es como una posesión que no deben perder. El temor de que vayas a conseguir una nueva pareja y les generes una herida narcisista es lo que no permite que te dejen ir.
Falta de madurez. Quizás lo que ocurre simplemente es que la otra persona no tiene idea del significado de amar a los demás. Le gusta que le amen, pero no sabe cómo corresponder
Lo común a todo esto es que se trata de una posición egoísta. La pareja pone sus propias necesidades por encima de las del otro. Por eso no le importa hacer daño con tal de no tener que asumir sus carencias o sus limitaciones.
Superar esta situación
Si estás en una situación como esta, lo aconsejable es que no dejes pasar más tiempo sin poner las cosas en orden. De una relación tan asimétrica no puede salir nada bueno. Todo lo contrario. Lo usual es que todo comience a problematizarse cada vez más, generándote muchos malos ratos, además de inseguridades y estancamiento.
Lo primero es analizar la situación y definir si en realidad no te aman. No te dejes llevar por el victimismo. Simplemente reflexiona y determina si tu pareja realmente se interesa en ti y enriquece tu vida. Si no es así, lo mejor es proponer un diálogo franco. Exponer las razones propias y tratar de entender las razones ajenas. Es posible que la otra persona ni siquiera entienda por qué actúa como lo hace.
Lo que sigue es dejar ir a esa persona. Borrarla de tu vida, empleando para ello todos los mecanismos que tengas a tu alcance. Una relación así no vale la pena. Te daña, te limita y puede terminar hasta enfermándote. Si sientes que es imposible terminar, que no toleras el dolor de hacerlo, es hora de que pidas ayuda. Lo tuyo no es amor. Hay algo más de fondo.