Salir con alguien a los 20 años fue una completa catástrofe, y no podría estar más feliz de que esos años hayan quedado atrás.
Estaban llenos de malas decisiones, desengaños, rupturas complicadas e inseguridades. Entrar en la treintena fue como un soplo de aire fresco.
De repente, tenía una perspectiva totalmente nueva de las citas. Me veía a mí misma y a mi vida de otra manera, y eso también tuvo un gran impacto en mi vida amorosa.
Aunque fueron increíblemente desordenados, mis 20 años me han enseñado mucho. Lo más importante es que me enseñaron a valorar y priorizar mi tiempo y mi energía.
A estas alturas, he aprendido mucho sobre mí misma. A los 20 años, no era más que una desconocida a la que aún tenía que conocer.
Ahora, sé lo que me gusta, lo que no me gusta, lo que me agota y lo que me llena. Sé cómo emplear mi tiempo libre y reconozco mejor a las personas que no se aprovechan de mí ni de mi energía.
La conciencia, el respeto y el amor propio que tengo ahora han cambiado por completo mi visión de las citas. Ahora estoy bien con las citas fallidas, las relaciones cortas e incluso estar sola.
Aunque tuve que tener todas esas malas experiencias para saber lo que sé ahora, aquí hay algunas cosas que desearía haber sabido antes.
1. No, no puedo cambiarlo, y ya no quiero hacerlo.
Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y decirme esto: ve a las personas por lo que son ahora, no por lo que esperas que lleguen a ser. Muchas de mis relaciones fracasaron porque me negué a ver a mi pareja tal y como era.
Si había cosas que no me gustaban de su forma de vivir la vida, esperaba que cambiaran con el tiempo. Cuando un chico me decía que no buscaba nada serio, siempre creía que podía cambiarlo. Bueno, ya no.
Ahora, cuando un hombre me dice algo sobre sí mismo, lo tomo como es. No lo veo como algo que podría cambiar, sino como algo que me puede gustar o disgustar de él.
Si no coincide con mis valores, lo tomo como una señal de que no estamos hechos el uno para el otro.
La gente no necesita a otra persona que le ayude a cambiar. Si un hombre quisiera cambiar algo de sí mismo, simplemente lo haría.
Lo verías en sus acciones y en su forma de comportarse. Las palabras no significan nada si no hay actos que las respalden.
2. Siempre debo hacer caso a mi instinto
Los instintos femeninos son mágicos, y me alegro mucho de haber aprendido lo importante que es no ignorar este don que todos tenemos.
Al principio, me costaba diferenciar mi instinto de la ansiedad, así que lo ignoraba por completo. Ahora que me conozco mejor, sé lo que mi voz interior está intentando decirme.
Esa sensación visceral que tienes de repente no está ahí sólo para inquietarte. No culpes a tu mente por pensar así simplemente porque está escuchando a tu cuerpo.
Tu voz interior está ahí por una razón, y siempre debes prestar atención a lo que te dicen tus tripas.
Decidir escuchar a mi cuerpo ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida sentimental, y sé que muchas de mis experiencias habrían sido diferentes si lo hubiera hecho antes.
Ahora, cuando tengo esa extraña sensación en el estómago de que hay algo raro en un chico con el que estoy saliendo, no me arriesgo.
Es mi forma de confiar en mí misma y en mi juicio. Tu corazonada no es más que tu mente y tu cuerpo diciéndote algo que te niegas a ver.
3. No hay un calendario que deba seguir
Crees que las citas a los 20 años consisten en encontrar a alguien con quien pasar la vida.
A los 30, sin embargo, esas expectativas de sentar la cabeza se agravan aún más, lo que a menudo te lleva a salir con las personas equivocadas simplemente por tener a alguien.
Ves que todos tus amigos se casan y tienen hijos, tu familia empieza a hacerte preguntas y sientes que hay un reloj detrás de ti que te recuerda que ya no eres más joven.
Tomar decisiones simplemente porque intentas seguir esa línea temporal imaginaria es una receta para el desastre.
Aunque me costó bastante tiempo y valor, dejé de lado las expectativas sociales de que debía casarme a los 30, y eso marcó la diferencia.
Yo no llego tarde, y tú tampoco. No hay un libro de reglas que debamos seguir y el camino de cada persona en la vida es diferente.
Deja ir cualquier expectativa y vivirás una vida mucho más feliz, abierta a nuevas oportunidades sin importar la edad que tengas.
4. Saber lo que quieres te ayudará a mantenerte alejado de las banderas rojas
Pensaba que sentarme y hacer una lista de las cosas que busco en un chico es una tontería, hasta que decidí hacerlo.
Ya estaba harta de citas fallidas y de no ver banderas rojas que eran obvias para todos menos para mí. Así que tomé la decisión de averiguar qué es lo que estoy buscando, y fue un cambio de juego.
Hice una lista de todas las cosas que me gustaría que tuviera mi futura pareja, por pequeñas que fueran. Mencioné aficiones, ambiciones, intereses, planes de futuro, todo.
Eso no sólo me ayudó a entender lo que estoy buscando, sino que también me ayudó a aprender más sobre mí misma.
Saber qué tipo de chicos busco me ahorró gastar mi tiempo y energía en relaciones que obviamente no durarán. Me resulta más fácil detectar las señales de alarma y algunas cosas que para mí ya son decisivas.
Sé qué preguntas hacer y qué respuestas buscar. Aunque sea difícil encontrar al hombre adecuado, al menos ahora sé que no debo conformarme con menos de lo que merezco simplemente por tener a alguien a mi lado.