Hace un año que rompimos, pero aún siento sus manos alrededor de mi cuello y oigo las palabras que nadie debería oír. Me persigue todos los días y, haga lo que haga, no puedo escapar de él.
¿Por qué a mí? ¿Por qué me ha pasado esto a mí?
Yo era una estudiante excelente, así que empecé a trabajar como tutora, y así fue como le conocí.
Le ayudé a estudiar bioquímica porque era la única asignatura que no podía estudiar por su cuenta. Y así fue como empezamos a pasar cada vez más tiempo juntos.
Incluso después de que por fin lo entendiera todo y sacara la mejor nota, siguió mandándome mensajes. Así que un día decidimos tener una cita.
Él sabía lo obsesionada que yo estaba con los animales, así que me llevó al zoo. Era la primera vez que alguien hacía algo tan considerado por mí.
En la segunda cita, le llevé a ver jugar a su equipo de baloncesto favorito. En la tercera, fuimos al cine porque me encantan las películas. Y en la cuarta, hicimos un picnic porque nunca había hecho uno.
Y seguimos haciéndolo hasta que decidimos que era hora de empezar una relación. Te juro que no había nadie más feliz que nosotros en ese momento.
Después de eso, viví mi vida como si estuviera en el cuento de hadas más bonito de la historia.
Así que decidimos que era hora de empezar a vivir juntos. Fue un gran paso, pero pensamos que estábamos totalmente preparados. Y fue bien durante unos meses, pero entonces empecé a sentir que estaba harto de mí.
Se enfadó más, no me hacía mucho caso, llegaba tarde a casa y siempre me decía que antes yo era mucho más divertida y guapa. Lo utilizaba como excusa para pasar más tiempo libre con sus amigos.
¿Qué hice cuando me faltó al respeto? Bueno, no lo vi como una falta de respeto.
Al contrario, pensé que sólo intentaba darme un consejo. Así que todo lo que hice fue seguir siendo una buena novia. En realidad, traté de ser aún mejor.
Era leal, siempre iba bien vestida, dispuesta a divertirme. Era servicial, comprensiva y amable, y siempre me portaba bien con sus amigos. Incluso cuando hacían comentarios inapropiados sobre mi aspecto y él se quedaba callado.
Todo eran bromas, ¿no? Por lo tanto, no había necesidad de reaccionar.
Cada mañana le esperaba un nuevo y sabroso desayuno. Y cuando volvía del trabajo yo estaba allí para saludarle y preguntarle por su día.
Pero, eso nunca le parecía suficiente. Quería más, pero yo no tenía nada más que darle.
Fue entonces cuando volvió a cambiar. De repente, ya no era lo bastante guapa para salir con sus amigos.
Me dijo que tenía que ir al gimnasio y hacer algo con mi cara por esas arrugas y bolsas en los ojos que se habían hecho más grandes.
Cambié mi rutina de cuidado de la piel, cambié mi peinado e incluso me teñí el pelo de rubio porque a él siempre le había gustado así. Volvía a estar contento. Pero no duró mucho.
Empezó a decirme que debía cambiar todo el vestuario. Así que poco a poco empecé a comprarme cosas nuevas, sin embargo, su comportamiento seguía siendo el mismo.
Me sentía tan sola. Hice todo lo que pude para hacerlo feliz, pero de alguna manera, nunca fue suficiente. Fue entonces cuando mi vida empezó a desmoronarse.
Me pasaba los días escondida en mi habitación porque no quería que el mundo viera lo fea, gorda, estúpida y aburrida que soy.
Cada vez que volvía a casa, encontraba una cosa nueva que le molestaba. A veces era por mi aspecto o mi personalidad, y otros días era por nuestra casa o por la comida que le había preparado.
No había un solo día en el que no me dijera algo malo.
Mis amigos me decían que debía irme, pero yo quería quedarme. Él era mi mundo y yo creía que sólo quería lo mejor para mí.
Y por eso dijo e hizo todas esas cosas, ¿no? ¿Sólo quería motivarme para que me convirtiera en la mejor versión de mí misma?
Entonces, un día, mi amigo del instituto me mandó un mensaje diciendo que estaba en la ciudad y que quería verme después de tantos años. Mi novio vio el mensaje y se asustó.
Esa fue la primera vez que me pegó. Pero yo lo provoqué, ¿no? ¿Por qué iba a salir con otro tío?
Después de la primera vez, vino la segunda, la tercera y Dios sabe cuántas más hasta que un día hice las maletas. Me suplicó que me quedara.
Me dijo que sólo lo hacía porque tenía miedo de perderme. Me dijo que yo era lo mejor que le había pasado y que me quería.
Pero cuando llegué a la puerta, cambió. Fue como si se hubiera convertido en el mayor monstruo que este mundo haya visto jamás.
Empezó a gritarme y a decirme que nunca me había querido y que era estúpida por pensar que alguien lo haría. Luego dijo que pensaba quedarse conmigo sólo hasta que apareciera alguien mejor. Salí y di un portazo.
Fue la última vez que le vi. Pero las cosas que me había hecho siempre permanecerán en mi memoria.
Ha pasado un año desde que me fui, pero todavía oigo sus palabras y siento sus manos alrededor de mi cuello. ¿Se irá eso algún día?
¿Me pasaré el resto de mi vida escondida en mi habitación porque me hizo creer que no soy lo bastante buena para formar parte de este mundo? ¿Cómo recupero mi fuerza?
Las usé todas para alejarme de él y ahora estoy agotada.
Esos años de abusos me cambiaron. Ya no soy una chica feliz que se pasa el día haciendo cosas que le gustan. Para ser sincera, apenas me reconozco en el espejo.
Pero sé que algún día aprenderé a vivir con mis cicatrices y recuperaré mi vida. Quizá no hoy, ni mañana, pero un día lo conseguiré y eso es lo que me hace seguir adelante.