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10 cosas aceptadas en los hombres pero criticadas en las mujeres

10 cosas aceptadas en los hombres pero criticadas en las mujeres

La sociedad suele juzgar de forma diferente a hombres y mujeres por los mismos comportamientos. Lo que hace que un hombre parezca seguro de sí mismo o exitoso puede hacer que una mujer parezca agresiva o egoísta. Este doble rasero injusto afecta a la forma en que la gente ve a las mujeres en los lugares de trabajo, las relaciones y la vida cotidiana. Comprender estas diferencias nos ayuda a reconocer los prejuicios y a trabajar para tratar a todos por igual, independientemente del sexo.

1. Expresar la sexualidad

Un hombre que habla abiertamente sobre citas o relaciones suele ganarse los elogios de sus amigos. Puede que le llamen experimentado o encantador. Pero cuando una mujer hace exactamente lo mismo, la gente murmura a sus espaldas.

Este juicio injusto crea un mundo en el que las mujeres se sienten avergonzadas por ser sinceras sobre sus vidas. Las etiquetas que se lanzan a las mujeres son duras y crueles, mientras que los hombres reciben choca esos cinco. La sociedad tiene que dejar de medir el valor de las mujeres con normas anticuadas.

Todo el mundo merece respeto por sus elecciones personales. Las mujeres deben sentirse libres para expresarse sin temor a comentarios desagradables. Para acabar con este doble rasero, hay que reconocer que tratamos a las personas de forma diferente en función de su sexo.

2. Ser asertivo u obstinado

Cuando un hombre dice lo que piensa en el trabajo, sus compañeros le llaman líder natural. Sus opiniones importan, y la gente le escucha con atención. Asciende rápidamente en la empresa porque todos le consideran decidido y fuerte.

Las mujeres que actúan del mismo modo se enfrentan a reacciones completamente distintas. Los compañeros de trabajo las tachan de mandonas o difíciles de tratar. Sus ideas se descartan, y les cuesta ganarse el mismo respeto.

Este trato injusto impide a las mujeres desarrollar todo su potencial. Hablar debe valorarse por igual, independientemente de quién lo haga. Los lugares de trabajo mejoran cuando se escucha la voz de todos. Debemos cuestionar estas reacciones sesgadas y celebrar la capacidad de comunicación de todas las personas, no sólo de los hombres.

3. Envejecer con naturalidad

Las canas en un hombre le hacen parecer sabio y sofisticado. La gente admira sus vetas plateadas y le llama distinguido. Las arrugas añaden carácter a su rostro, haciéndole parecer maduro y digno de confianza en entornos profesionales.

Las mujeres con canas se enfrentan a la presión de teñírselas inmediatamente. Las arrugas se convierten en algo que ocultar con maquillaje o procedimientos. La sociedad dice a las mujeres que deben luchar contra el envejecimiento a cada paso o se arriesgan a volverse invisibles.

Esto crea una carga agotadora y costosa. Las mujeres gastan fortunas intentando parecer más jóvenes mientras los hombres envejecen sin ser juzgados. Todo el mundo envejece: es natural y hermoso. Deberíamos celebrar el envejecimiento en todas las personas por igual, reconociendo que la experiencia y la sabiduría llegan con el tiempo, no sólo para los hombres.

4. La ambición profesional por encima de la familia

A un hombre que trabaja muchas horas y da prioridad a su carrera se le llama dedicado. Su familia entiende que está velando por ellos y labrándose un futuro. La gente admira su empuje y determinación para triunfar en su campo.

Cuando una mujer toma la misma decisión, surgen críticas por todas partes. La acusan de descuidar a sus hijos o de tener un corazón frío. La gente se pregunta si es una buena madre o compañera, incluso cuando mantiene a su familia por igual.

Este juicio ignora que las mujeres pueden ser ambiciosas y cariñosas simultáneamente. Los objetivos profesionales no hacen que alguien sea mala persona o madre. Ambos progenitores deben mantener a su familia como mejor les funcione, sin enfrentarse a duras críticas basadas en expectativas de género anticuadas.

5. Mostrar emociones, sobre todo ira

Un hombre enfadado parece apasionado por sus creencias. Cuando levanta la voz durante una discusión, la gente dice que está defendiendo su postura. Su enfado se toma en serio, y los demás se esfuerzan por resolver rápidamente sus preocupaciones.

Las mujeres que muestran la misma emoción reciben etiquetas completamente distintas. La gente las llama histéricas, demasiado emocionales o dramáticas. Sus preocupaciones válidas se tachan de cambios de humor u hormonales, aunque tengan motivos legítimos de frustración.

Esto silencia la voz de las mujeres e invalida sus sentimientos. La ira es una emoción humana normal que todo el mundo experimenta. Las mujeres no deberían tener que permanecer tranquilas y agradables todo el tiempo mientras los hombres se expresan libremente. Reconocer este prejuicio ayuda a crear espacios donde las emociones de todos reciben el mismo respeto y consideración.

6. Citas ocasionales o relaciones múltiples

Los hombres que salen con varias personas de forma casual se ganan apodos admirativos de sus amigos. Se les considera encantadores o que tienen éxito con el romance. La sociedad trata su vida sentimental como un logro que merece la pena celebrar y discutir abiertamente.

Las mujeres que llevan el mismo estilo de vida se enfrentan a juicios severos y etiquetas crueles. La gente cuestiona su carácter y difunde rumores. El mismo comportamiento que hace popular a un hombre convierte a una mujer en objeto de cotilleo y vergüenza.

Esto crea una norma imposible en la que las mujeres no pueden explorar las relaciones libremente. Todo el mundo debería poder tener citas respetuosas sin enfrentarse a consecuencias diferentes en función del sexo. Las decisiones personales sobre las relaciones pertenecen al individuo, y avergonzar a las mujeres mientras se elogia a los hombres por un comportamiento idéntico revela un prejuicio profundamente arraigado que debe cambiar.

7. Vestir con sencillez o repetir atuendos

Los hombres llevan el mismo estilo todos los días sin que nadie se dé cuenta ni les importe. Un uniforme sencillo de vaqueros y camiseta les hace parecer prácticos y con los pies en la tierra. La gente admira su actitud ante la moda y la considera refrescante.

Las mujeres que repiten atuendo a menudo son criticadas por su aspecto. Los compañeros de trabajo se dan cuenta enseguida y hacen comentarios. La sociedad espera que las mujeres actualicen constantemente su vestuario y estén siempre arregladas, lo que cuesta tiempo y dinero.

Esta presión crea un estrés y una carga económica innecesarios. La elección de la ropa no debería determinar el valor o la profesionalidad de alguien. Todo el mundo debería vestir cómodamente sin ser juzgado. Reconocer este doble rasero nos ayuda a centrarnos en lo que de verdad importa: las capacidades y el carácter de las personas, no su vestuario o sus elecciones de moda, que cambian constantemente.

8. Darse prioridad a sí mismos

Cuando un hombre dedica tiempo a sus aficiones o al cuidado de sí mismo, todo el mundo le apoya. Se merece ese viaje de golf o ese fin de semana a solas para recargarse. Los amigos y la familia le animan a centrarse en sí mismo y a mantener su salud mental.

Las mujeres que hacen lo mismo suelen ser tachadas de egoístas. La gente las acusa de descuidar sus responsabilidades o de no preocuparse lo suficiente por los demás. La sociedad espera que las mujeres antepongan constantemente a los demás, sin dejar nada para sí mismas.

Esto crea agotamiento y resentimiento con el tiempo. El cuidado personal no es egoísta: es necesario para el bienestar de todos. Las mujeres necesitan descansos y tiempo personal tanto como los hombres. Animar a todos a dar la misma prioridad a su salud mental crea familias y comunidades más sanas y felices para todas las personas implicadas.

9. Hablar de retribución o reconocimiento

Los hombres que negocian salarios más altos son respetados como empresarios inteligentes. Los jefes los ven como profesionales seguros de sí mismos que saben lo que valen. Estas negociaciones suelen tener éxito porque la gente espera que los hombres aboguen por sí mismos y por sus carreras.

Las mujeres que piden el mismo trato se enfrentan a reacciones diferentes. Se las llama exigentes, con derecho o desagradecidas. Muchas mujeres evitan por completo negociar porque temen ser tachadas de difíciles o perder por completo las oportunidades.

Esto contribuye a que persistan las diferencias salariales y la desigualdad. Todo el mundo merece una remuneración justa por su trabajo. Las mujeres no deberían tener que elegir entre cobrar lo justo o caer bien. Para cambiar estas actitudes hay que reconocer que abogar por uno mismo demuestra fortaleza y profesionalidad, independientemente del sexo, y beneficia a todos en el lugar de trabajo a largo plazo.

10. Ser soltera o sin hijos por elección

A los hombres solteros sin hijos se les llama independientes y de espíritu libre. La gente admira su estilo de vida aventurero y su orientación profesional. Nadie cuestiona sus decisiones vitales ni sugiere que tengan algo malo por elegir ese camino.

Las mujeres que toman la misma decisión se enfrentan a constantes preguntas y lástima. La gente supone que se sienten solas, tristes o que no han encontrado la pareja adecuada. La sociedad las trata como incompletas, sugiriendo que su vida carece de sentido sin matrimonio ni hijos.

Este juicio ignora que las vidas plenas tienen muchas formas. No todo el mundo quiere las mismas cosas, y eso está perfectamente bien. Las mujeres pueden ser completamente felices y tener éxito sin seguir los caminos tradicionales. Respetar las elecciones personales de cada uno sobre las relaciones y la familia crea un mundo más tolerante en el que la gente vive con autenticidad.